He atravesado las paredes del destino para llegar a la entrada de este salón inmenso, su profundidad es escalofriante, su altura es impresionante, la oscuridad se ha inmortalizado en mis ojos y el silencio es el rey al que tengo que obedecer en este espacio abismal.

Mis pasos comienzan ha hacer ruido, de pronto ellos se multiplican mediante ecos que rebotan y cada segundo no es suficiente para su expansión. El miedo esta oculto fuera de mí, miles de fantasmas han aparecido a mi alrededor, no se en que pensar porque me he congelado.

Ahora estoy dentro mi, porque he cerrado los ojos, el salón ha desaparecido y he comenzado a recordar muchas cosas, una canción que no escuche, un amigo que perdí, un regalo que olvide, una luz que no encendí, un sentimiento que no conocí, las palabras que no leí, los sueños que destruí y los pecados que cometí.

Abro los ojos nuevamente, mucha gente, mucho ruido, mucha luz, muchas risas, la fiesta ha comenzado pero yo no he sido invitado. La gente no me deja salir y yo solo quiero respirar en silencio y pensar en las cosas que debo hacer para no volver a esta situación.

He logrado escapar, la puerta me ha dado la libertad. A lo lejos veo un anciano que se acerca, él esta llorando y yo busco el por qué de su aflicción. Me hago muchas preguntas pero la respuesta esta cerca. El anciano es un fantasma, me mira y dice: "Mis lagrimas ruedan porque yo también quise escapar de ese salón pero nunca pude hacerlo, ellos me hicieron creer que la vida era una fiesta interminable, me deje atrapar y cuando respire por ultima vez ninguno de ellos estuvo a mi alrededor, solo el aire que me golpeaba, entonces me di cuenta que la fiesta no sirvió de nada"